Cuando hablamos de platos de pasta, siempre se comete el error de pensar en platos llenos de calorías, que engordan mucho y que causan digestiones pesadas. Aunque es cierto que poseen un alto valor energético, a causa de sus carbohidratos, esto no debería ser un problema, para poder consumir pasta, dos veces a la semana, como recomiendan los nutricionistas. Lo importante es saber que las preparaciones con un exceso de grasas saturadas, como puede ser un salteado de bacón, panceta o chorizo, provocan que las salsas estén más sabrosas, pero, también, van a provocar que tengamos una digestión mucho más pesada y con un gran número de calorías, en nuestro organismo. Para poder evitarlo, lo mejor es planificar nuestro menú, teniendo en cuenta si el plato de pasta va a ser plato único, primer plato o segundo… Si va a ser un plato único, podremos acompañar la pasta con un salteado de verduras, un poquito de aceite de oliva y salsa de tomate. Podremos poner de guarnición unos pequeños trozos de pechuga de pollo salteada o unos lomos de atún frescos o salmón. Todas estas salsas, si queremos, se pueden hacer más ligeras. Las dos salsas más tradicionales son, sin olvidarnos de la salsa de tomate, la salsa de ajo y aceite y la salsa pesto. Con muy poquita cantidad, podremos impregnar la pasta de un sabor y de un aroma únicos, sin añadir muchas calorías. Todo gracias a saber poner la adecuada cantidad de aceite, la cantidad apropiada de queso de oliva rallado, albahaca y piñones –si apostamos por el pesto- y un poquito de aceite de oliva virgen, que vamos a aromatizar con láminas de ajo, en la salsa de ajo y aceite.
Foto: fuente
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